La Declaración Internacional de Derechos Humanos adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas hace 70 años, en su primer artículo, señala que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros."
Esta es la principal razón por la que el resto de artículos no pueden alcanzarse, nuestros representantes políticos no creen en ello y, además, conscientes de su ausencia de compromiso, intentan convencernos de que sí lo hacen.
Para Kant, la paradoja de ser libres en tanto que realidades nouménicas y no serlo en tanto que realidades fenoménicas nos lleva a una "insociable sociabilidad" que debemos resolver a través del Derecho. Ese camino lento hacia la libertad en paz perpetua ha de alcanzarse en el transcurso de la Historia gracias a una sociedad que, una vez ya creada, cede la custodia de la libertad al Estado.
No obstante, en esa tarea abierta en la que nos encontramos, la solución queda lejos todavía. Necesitamos una relación exterior entre los estados cuyo modelo de organización sea operativo para los políticos estatales e internacionales. De momento, estos mal llamados líderes no están en disposición de orientar a nadie ya que creen estar por encima del resto de la humanidad y así no se guía, en todo caso se impone.
Es urgente constituir ese cuerpo político que Kant reclamaba, ese cuerpo político multinacional (civitas gentium), donde cualquier conflicto bélico sería tomado como una guerra fraticida y donde toda la humanidad (como un único estado) estaría involucrada en su impedimento.
Por último, la democracia debe ser real para que este modelo funcione. Debemos sentirnos partícipes políticamente mediante un verdadero modelo representativo que legitime la actuación de los que ahora encabezan las organizaciones internacionales para su propio interés en lugar de para la salvaguarda del resto de la humanidad.
No basta con parecer democráticos, debemos serlo.