viernes, 14 de agosto de 2015

La construcción de la personalidad (Inside Out)


Pensamientos, emociones, recuerdos… El patrón de conducta que establecemos a lo largo de nuestro desarrollo individual nos convierte en actores sociales en función de nuestro entorno.
La última película de Disney-Pixar explica de forma muy pedagógica en qué consiste ese proceso de construcción personal que hace que seamos individuos exclusivos, únicos y lo suficientemente distintos de los demás como para poder diferenciarnos en esta gran obra de teatro de la que todos formamos parte mediante la socialización.
Desde que nacemos, no paramos de descubrir cosas que nos ubican  en un lugar representativo. Es decir, vamos descubriendo el rol que queremos y/o vamos a desempeñar y lo asumimos en función de nuestras necesidades y de la aceptación social. Efectivamente, necesitamos sentirnos aceptados. Esto no significa que lo exigido por cada uno de nosotros deba tener el mismo carácter social. Pero es innegable, que el proceso de construcción personal tiene como necesidad sentir que el rol que desempeñamos es aceptado por los demás. No en vano, nuestra personalidad se construye en la confrontación con el otro. De manera que el otro es parte de mi y viceversa. La identidad es el reflejo construido desde la interacción con los demás.
El bebé, como animal recién llegado al mundo, empieza a relacionar sus conductas con el efecto que estas producen y así, en su desarrollo a lo largo de la infancia y la juventud, experimenta cómo las elecciones que va tomando en su día a día tienen consecuencias más o menos agradables para él. Aprende a pensar antes de actuar, descubre que puede adelantarse a las consecuencias de sus actos y empieza a sentir qué es libertad y responsabilidad.


El niño ha aprendido a actuar socialmente, a cumplir un rol en función del contexto. En mis clases suelo utilizar un ejemplo para explicar esto de manera muy sencilla. Yo he decidido desempeñar el papel de “Profesor de Filosofía” y, además, todos los factores que han interactuado en mi vida hasta este momento han hecho posible, junto a mi voluntad, que esto sea así. Pero también doy clases de arte, me gusta el deporte, desapruebo tradiciones como los toros, me cabrean las injusticias, me dan asco las cucarachas, tengo miedo a la traición, vivo en un ático, me gusta el buen vino tinto, vivo en el número 3, etc. En mi comunicación verbal y no verbal estoy constantemente lanzando señales que hablan de todo ello y mucho más al resto de personas que interactúan conmigo. Pero es muy importante adecuarse al contexto para saber el papel que uno desempeña y donde y cuando lo hace. Me explico, si el primer día que me mudé al 3 de esa fabulosa calle zaragozana, voy a comprar el pan y el panadero me pregunta quién soy, debería decir que soy un nuevo vecino del barrio. Puesto que cualquiera de las otras respuestas seguramente generarían una imagen distorsionada ante esta cuestión. Por ejemplo, imaginemos que le respondo que soy el profesor de filosofía, no estaría mintiendo sobre mi persona pero dicha respuesta haría que el panadero se creara una imagen distorsionada de lo que yo pretendo representar. Por cierto, he dicho el panadero, pero también podría haber dicho el campeón de culturismo de Aragón, aunque el contexto no acompañaba, claro. Sería igual de curioso que si por los pasillos de la Facultad de Filosofía un alumno me preguntara quién soy y yo le respondiera que el nuevo vecino del barrio.

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